Saturday, November 19, 2016

Mi gran noche

Me siento como Rafael cantando "Mi gran noche", pletórica y llena de energía. No he podido contener la emoción (más bien el ansia) de escribir lo que sentí ayer, antes, durante y después de la presentación. No sé si fue mi gran noche pero sí que sé que ha sido la mejor tarde que he pasado en mi vida, a pesar de los típicos nervios y el estrés de querer hacerlo todo perfecto.

Sé que no soy perfecta y sé que la presentación tampoco lo fue. Y esa imperfección es la que lo hizo tan especial. Ese saltarse el guión, el sonido que en un momento dado no quiso ir, esas lágrimas que ahogan las palabras interrumpiendo en el momento menos oportuno... Todo eso y, sobre todo, la compañía fue lo que lo hizo maravilloso.

No sé cómo se vivió desde las butacas pero desde el escenario fue impresionante. Ya, para empezar, llegué más tarde de lo que tenía previsto. Quería ir pronto para poder preparar el ordenador, acostumbrarme al lugar, respirar hondo y quitarme los nervios. En vez de eso, llegué cuando apenas faltaban 20 minutos para empezar. ¡Y ya había gente sentada en la sala esperando que empezara! Ese fue mi primer momento de pánico, ya había gente y no estaba ni el ordenador puesto.

Hablando hace unos días sobre la presentación ya me habían avisado de que no me preocupara por la cantidad de gente que fuera. Que los actos culturales como las presentaciones de libro, por desgracia, son pocos populares. Y que si conseguía que se ocuparan la mitad de las butacas del salón sería todo un éxito. Además, entiendo que un viernes por la tarde mucha gente aprovecha para "escaparse" e irse de fin de semana o para descansar de una agotadora semana. Con esta conversación en la cabeza volví a entrar en el salón a las 19.30 y, para mi sorpresa, veía a gente sentada en las butacas hasta lo que me alcanzaba la vista. No era un aforo completo pero poco le faltaba. Y apareció el segundo ataque de pánico. Me empezaron a temblar las piernas. Eso sí, familiares y amigos asomaban por varias filas y eso me animó.

En pocos minutos ocupamos nuestros puestos: mi hermana a mi derecha, a continuación yo y a mi izquierda Paula Roda, Concejal de Cultura y José Rafael Ponce, gestor de cultura, por supuesto, ambos del M.I. Ayuntamiento de Utiel. Comienza José Rafael con la presentación, nos conocemos muchísimos años, siendo nuestra amistad muy sincera y cercana. Me había avisado de que leería sólo una hoja, algo breve porque "tú eres la protagonista" (me dijo esa misma mañana sonriendo). Sabía que hablaría de mi y de nuestra amistad. Aún así, cuando apenas llevaba un párrafo un nudo se hizo en mi garganta, necesité mucha fuerza de voluntad para no acabar en un baño de lágrimas. Lo reconozco, me emocioné y acabábamos de empezar, todavía faltaba tiempo para que tuviera que hablar. Y sí, fue breve, al menos a mi se me hizo corto. Todo lo que dijo me llegó al corazón y, más, cuando recordó a personas que ya no están. Por suerte o por desgracia, los dos compartimos situaciones parecidas. Por desgracia, porque nadie quiere que un ser querido marche y, por suerte, porque nos tuvimos el uno al otro para ayudarnos a sobrellevar esas situaciones.

Seguía con el nudo en la garganta cuando llegó el turno de Paula. Me gustó que reflejara datos reales de una enfermedad que, lamentablemente, cada día afecta a más personas. Con ella también me emocioné cuando reconoció todo mi trabajo y mi fuerza. Aunque no me lo han dicho sé que a mis abuelos les encantó que dijeran que su nieta era una trabajadora y una persona que se ofrece siempre para echar una mano. También fue breve, como José Rafael, ella también quiso que fuera yo quien destacara.

Y llegó el turno de palabra de mi hermana Esther. Y en ese momento fue cuando la emoción nos envolvió y embargó a todos. Apenas podía hablar, lloró, le dio la risa... era un carrusel de emociones y un manojo de nervios. En ese momento recordé lo que había costado que quisiera subirse al escenario para hablar. "¿Pero yo qué pinto en la mesa? ¿De qué voy a hablar?"; Eso me decía hace unos meses cuando empecé con toda esta "locura". Lo tenía muy claro y así se lo dije:"Vale que yo he escrito el libro pero tú le has dado color y forma. Tuya es la portada y tuyas las ilustraciones. Básicamente, la mitad del libro es tuyo. Además, quién mejor para hablar de mi que tú. Sobre todo, porque tú eres el punto de vista "exterior" de la depresión, de quien convive con alguien que la padece" Se lo pensó bastante, tanto que, como he dicho antes, no fue hasta el día de antes que se animó a hacerlo. Fue muy valiente y no huyó cuando vio a toda la gente en la sala. Me siento muy orgullosa de la hermana que tengo. Sí, se puso nerviosa ¿y qué? Fue la presentación más sincera y emotiva que he presenciado y, de nuevo, volvió el nudo a mi garganta. Eso sí, casi se le pasa hablar de la portada y las ilustraciones. Luego en la cena, más tranquila, recordó cosas que le hubiera gustado contar en la presentación, entre otras, que el gracioso muñequito se llama "Trazo".

Después llegó mi turno, miré al frente, a los lados y los nervios desaparecieron. Toda esa gente estaba allí para apoyarme, no para juzgarme o reírse de mi. Respiré hondo, sonreí y empecé. No recuerdo muy bien lo que dije, sé que tenía una presentación preparada que obvié por no repetirme y creo que a la gente le gustó o, al menos, disimularon muy bien. Aplaudieron y puse el vídeo con el que empezó el proyecto del libro. No se oía (cachis) pero en un par de minutos estuvo solucionado y durante dos minutos la sala al completo miró la pantalla que tenía a mi lado. Volvieron los aplausos. Y mi sonrisa se hizo mucho más amplia.

Pregunté si alguien tenía alguna pregunta o si había algún comentario y nadie alzó la mano. Por primera vez en todo el acto respiré con normalidad. Desapareció toda la tensión, lo "peor" ya había pasado.

Momento de firmar ejemplares. Después de un poco de duda con dónde me ponía para firmar, finalmente, volví al escenario para estar cómoda mientras lo hacía. Y, ¡había cola para recoger los ejemplares! Por un instante volvieron los nervios pero se me pasaron enseguida con los primeros comentarios de apoyo. Hubo besos y abrazos y muchísimas sonrisas. Empecé a pensar que lo había hecho bien. Estuve hasta casi las 21 horas firmando y me sentí genial. Sólo sobraron dos de los ejemplares que me llevé que, por cierto, ya tienen dueño. Que nadie se preocupe que en mi casa aún me quedan los cien que pedí de más (por si acaso). Antes de salir me di cuenta de que se me había olvidado lo más importante, como ya lo había hablado con los responsables se me pasó en la presentación (¡malditos nervios!). Lo que se me olvidó era hacer entrega de tres ejemplares a la Biblioteca Municipal de Utiel para que quien quiera pueda leerlo y tenerlo siempre allí para ser parte de la cultura utielana. Aunque no lo hice tan oficial y públicamente como quería, los entregué y este lunes volveré para firmarlos ya que, con las horas que eran, todos queríamos cerrar y descansar.

Y aquí acaba la crónica menos oficial y más subjetiva que se haya escrito de la presentación de un libro. Y, posiblemente, de las más largas. Sé que hubo vídeo y fotografías pero no he podido esperar para contaros como me sentí. Como en mi libro y, como dije durante la presentación, necesito contar las cosas en el momento que las siento para que no pierdan la magia. Espero que esa magia os llegue y os guste tanto como me gusta a mi.

Gracias a todos, de nuevo. A los que estuvisteis allí conmigo en persona, riendo y llorando en algunos momentos del acto y, también, a los que no me pudisteis acompañar pero me teníais en el recuerdo. Vuestra energía me llegó (y también los mensajes de whatsapp y facebook). Cuando tenga el vídeo lo colgaré para quien lo quiera ver, ya sea por recordarlo o porque no estuvo. ¡Sois muy grandes!

Thursday, November 10, 2016

Presentación oficial en Utiel (Valencia)

Conseguido ya el reto de convertir mi historia en libro de la mano de UNOeditorial llega el momento de presentarlo oficialmente.

El acto será en la Casa de Cultura de mi ciudad, Utiel (Valencia), el próximo viernes 18 de noviembre a las 19.30 horas. Tras la presentación procederé a la firma de ejemplares.

Estoy muy contenta con la acogida que está teniendo el libro y, sobre todo, con el resultado final. El libro es tal cual lo imaginé, han respetado mi diseño (ligeramente modificado por problemas con la tipografía), las ilustraciones de Esther quedan genial y el tamaño es el adecuado. De muy fácil lectura, teniendo en cuenta que mi pretensión es que la gente que padece depresión lo lea. Y, todos sabemos, que cuando hay una depresión activa la lectura puede ser un arduo trabajo. Otra de las cosas que me gusta del libro es que no da miedo, a pesar del título y de la temática. 

Bueno, no os cuento más porque tengo que dejar algo para la presentación a la que, por supuesto, estáis todos invitados.

¡Nos vemos en Utiel!




Friday, October 07, 2016

La utielana Esperanza Alonso invitada por AFEM Altiplano para participar en el Día Mundial de la Salud Mental.

Esperanza Alonso, natural de Utiel (Valencia), dará una charla coloquio el próximo 10 de octubre en el Centro Social de Requena.

El Día de la Salud Mental (10 de octubre) se celebra en más de 100 países y cada año se propone un aspecto de la salud mental, bajo la forma de lema, junto a unos contenidos sobre este tema. En 2016, el lema es: “Soy como tú aunque aún no lo sepas”.

Con este motivo, la Asociación para la Promoción de la Salud Mental y la Rehabilitación del Daño Cerebral (AFEM) ha organizado un completo programa de actividades para concienciar y cambiar nuestra forma de ver a las personas que padecen enfermedades mentales. Estas actividades se realizan desde el 5 hasta el 15 de octubre.



Para esta ocasión, AFEM Altiplano ha decidido contar con Esperanza Alonso, autora del libro “Mi Depresión”, para que hable de su experiencia. Bajo el título: “Cómo sufrí y superé mi depresión”, Esperanza nos relatará cómo descubrió que padecía depresión, los síntomas, sentimientos y sensaciones que sintió en cada momento y cómo pudo superarla. Hablará del blog que empezó a escribir contando sus experiencias y que significó el inicio de su recuperación. Y, cómo ese proyecto de ilusión, acabó siendo parte de un libro y de un proyecto de crowdfunding que acabó con gran éxito.

La charla coloquio tendrá lugar el próximo lunes, 10 de octubre a las 18:30 horas en el Centro Social de Requena (C/ Villajoyosa, 6)

Esperanza Alonso presentará su libro “Mi depresión” oficialmente el próximo 18 de noviembre en la Casa de Cultura de Utiel.

Friday, September 09, 2016

Volviendo a la normalidad (más o menos)

Hace tiempo que no publico nada nuevo. No es por falta de interés es, más bien, por falta de tiempo. Por fin, después de casi diez meses, he vuelto al trabajo. En realidad, fue hace unas pocas semanas y, por desgracia, todavía no puedo realizar las mismas tareas que hacía habitualmente. De todos modos, vuelvo a estar activa.

Para completar mi agenda diaria sigo involucrada en la publicación de mi libro. Nunca imaginé que lo más fácil fuera escribirlo. Ahora llega el turno de lidiar con medios de comunicación, editores, patrocinadores, maquetadores... Y, por si no fuera suficiente, me empeñé en realizarlo mediante la campaña de crowdfunding (me gusta hacerlo divertido). No me puedo quejar, todo va saliendo según lo previsto pero no esperaba que requiriera un esfuerzo diario tan grande.

El mayor triunfo de todo esto es más que evidente, no hay ni rastro de la depresión aguda que me atormentó durante meses. Tampoco quiero gritar ¡Aleluya! pero estoy contenta. Como todo el mundo, tengo mis días, buenos, regular o malos. Pero lo que no me puede quitar nadie es la ilusión, ni la que tengo por publicar mi libro ni la que tengo puesta en mi faceta laboral. ¿Será por sueños? Y estoy dispuesta a cumplirlos todos, por muchas veces que caiga.



Y, hablando de que hay días de todo, ¿sabéis esa expresión de qué día más bueno, seguro que viene alguien y me lo jode? Pues bien, hoy mi día está siendo totalmente lo contrario. Y todo debido a haber empezado esta aventura. Os pongo en antecedentes: he pasado una noche terrible, con fiebre, tos, sin poder casi respirar por la congestión... Me he levantado con los ojos hinchados, sin voz y, por supuesto, con mucho sueño. Aún así, tenía ganas de llegar a la oficina y poder trabajar. Por desgracia, la cosa no ha ido a mejor. Pues bien, mi primera sorpresa tomando el té en el bar durante la pausa para el almuerzo. La dueña del bar me ha preguntado si era yo quien había escrito un libro. Y, con esto, hemos estado un rato hablando. No sólo sobre mi libro, también sobre otras personas que han conseguido triunfar en el mundo de la escritura. Sé que es posible que mi aventura literaria empiece y acabe aquí pero me ha motivado la conversación.

Después, he vuelto a la oficina y parecía que todo me salía mejor. Tan bien me iba todo que cuando me he querido dar cuenta ya era la hora de salir. Así que he recogido mis cosas y me he ido para casa. Como la espalda no me permite soportar la conducción, he decidido ir andando a todas partes. En este paseo de vuelta, agradable pero abrasador, ha ocurrido lo mejor (para mí, claro). Estaba casi llegando a casa cuando a lo lejos he visto a una mujer que al mirarme parecía sonreír. Al principio, pensé que era imaginación mía pero resulta que no. Al llegar justo a mi lado, soltó el carro de la compra y mirándome dijo:

- Tengo que decirte que escribes muy bien. - y sonríe más - Me gusta mucho cómo lo haces, no dejes de hacerlo. Te sigo por Facebook.

No puedo explicar lo bien que me ha hecho sentir, sólo le he podido agradecer sus palabras y confesarle que me había alegrado el día. Un día que no había empezado bien pero que, gracias a la gente y a esta aventura, poco a poco parece que va cogiendo color.

Aprovecho la ocasión para agradeceros a todos los que me seguís, a los que me leéis, a los que me paráis por la calle, a los que os preocupáis por mi salud..., en definitiva, a todos. Todo este sueño se está haciendo realidad gracias a todos. Espero no defraudaros y poder devolveros todo lo que me estáis aportando.

Friday, August 26, 2016

Crowdfunding para cumplir el sueño de Esperanza

26/08/2016 Utiel (Valencia)
Esperanza Alonso, Utiel, busca financiación para poder publicar su primer libro “Mi depresión”.
En “Mi depresión”, Esperanza Alonso, natural de Utiel, Valencia, cuenta cómo superó su depresión aguda, desde que le fue diagnosticada hasta su superación. Un libro escrito en primera persona donde el tema de la depresión es tratada de manera natural y sin tecnicismos. Escrito desde el corazón con el fin de ayudar a quien esté pasando por una situación similar.


En su empeño de cumplir con su sueño, Esperanza ha diseñado una campaña de crowdfunding con la que reunir los 2200 euros que garantizan la viabilidad del proyecto. De momento, el proyecto ya ha sido aprobado por el portal de crowdfunding Verkami.com y aceptado por una editorial albaceteña.

http://vkm.is/midepresion
Portada del proyecto en Verkami

El crowdfunding, también conocido como micromecenazgo, es una manera de financiar proyectos a través de aportaciones de muchas personas que, a cambio, reciben recompensas o compensaciones exclusivas en forma de productos, servicios o experiencias.


Una particularidad de este método es que si finalmente no se consigue la cifra a recaudar en el plazo de 40 días, se devuelve a cada usuario la cantidad aportada.


Para poder formar parte de este proyecto sólo es necesario acceder a la página del proyecto (http://vkm.is/midepresion) o contactar con la autora. No se trata de una donación sino de una colaboración para ser parte del proyecto final.

La colaboración es posible aportando desde 3 euros, con los que el mecenas aperecerá en los agradecimientos del libro. A partir de esa cantidad hay más recompensas donde se puede obtener el libro dedicado a un precio rebajado, así como marcapáginas, bolsas, postales o tazas con diseños exclusivos realizados por Esther Alonso, también de Utiel y hermana de la autora.

Thursday, July 28, 2016

Depresión y religión

Sé que esta entrada puede resultar polémica pero no es mi intención crear conflicto alguno. No pretendo ni imponer mi ideología a nadie ni mucho menos ofender a ningún creyente (sea de la religión que sea). Esta es mi opinión sincera sobre un tema que ya empieza a preocuparme y que podrá ser compartida, o no, con quien lo lea.

Ya comenté en una ocasión que no soporto los consejos que ofrecen personas que no han sufrido lo que es la depresión. Primero porque no lo entienden y segundo porque yo no se lo he pedido. Puedo pedir ayuda porque puedo necesitar un pequeño (o gran) empujón pero, si empiezas a decir que lo que me pasa son tonterías, que necesito salir más o que no sabes por qué estoy así si no me pasa nada, lo único que conseguirás es que te odie un poquito. No porque me caigas mal sino por ese extraño síntoma conocido como misantropía o, para quien no me entienda, el odio a la humanidad que experimentamos muchos en este estado.

Dicho esto, si no soporto que me den consejos que no he pedido, ¿por qué creéis que vais a convencerme para que abra mi corazón a Dios? Disculpadme los creyentes pero sé, por experiencia, que Dios no va a sanar mi depresión igual que sé que tampoco es la causa de ella. ¿Por qué iba a curarme a mí y no a los demás? ¿Por qué no curó a mi madre del cáncer cuando en su mesita estaba su imagen? Una mujer estupenda, decir que era buena persona es quedarse corto, que padeció durante doce años esta enfermedad y que acabó arrebatándomela cuando ella aún no había cumplido los 47. ¿Por qué no hizo que apareciera un corazón para David y se lo llevó cuando se encontraba en la flor de la vida? O mi primo con cuatro añitos que no sabía que era el odio ni la maldad. Sé que quien crea tendrá sus teorías sobre el tema, que si ahora son ángeles, que Dios se los llevó pronto para estar a su lado y bla,bla,bla...

No soporto, repito, que cuando peor te encuentras, cuando bajas un poco la guardia, te intenten implantar una ideología que dice que la medicación no hace nada, que lo que me pasa es porque aguardo pecados en mi interior y necesito liberar mi alma amando al Señor, es decir, alimentan la culpabilidad porque, claro, lo que me pasa es culpa mía. Y todo esto lo escribo porque me lo han dicho así. No dudo de que Dios sea amor y que para quien sea religioso le ayude ir a misa o hacer penitencia. En mi caso, lo tengo claro, no me considero  ninguna inculta ni hablo por hablar, he leído la Biblia (hice la catequesis), parte del Corán, los panfletos de los testigos de Jehová, ideología budista y muchas más. Lo bueno de que te guste leer es que puedes ver muchos puntos de vista y conocer muchas culturas e ideologías, esto se consigue también viajando. Y reconozco que todavía necesito conocer más y no la parte sesgada que te ofrece cada uno para convencerte de que "te conviertas en uno de ellos".




Por el momento, mi filosofía es clara: no hagas lo que no quieran que te hagan a ti, si quieres respeto empieza respetando, vive y deja vivir, sé feliz... Seguro que todo esto coincide con más de una religión pero no me importa, no quiero una etiqueta.

Que sirva este post no para criticar ninguna creencia, ni mucho menos es mi intención. Quiero que sirva para decirles a esas personas, a esas que se aprovechan de la debilidad humana, que conmigo no van a poder. Ya lo intentaron cuando todavía guardaba luto, ahora lo intentan con esto. Y a estas personas les quiero preguntar: ¿no os da vergüenza? ¿en vuestra religión os dan puntos por convertir a excépticos? Tal vez os dan puntos para ganar el cielo, sería algo que justificaría hacer cosas tan ruines.

Y vuelvo a pedir perdón a esas personas buenas, creyentes de las religiones que quieran, que no hacen mal a nadie. Esto va dedicado a los miserables que juegan con los sentimientos y la salud de los demás. A estos últimos me gustaría decirles que paren ya. No les deseo que pasen por una depresión porque sé que hablan desde la ignorancia. Si es verdad que han pasado por ello y la religión les ha ayudado, perfecto, podéis contarlo, pero no pidáis que nos unamos a vuestro movimiento como si de una secta se tratase. No pidáis que deje mi tratamiento o mi medicación ofreciéndome la "única y divina" solución. Dejadlo ya.

Saturday, July 09, 2016

Dormir o no dormir... esa es la cuestión

Dormir o no dormir se convirtió en todo un dilema. Puede parecer una decisión sencilla, si tienes sueño duermes y si no, pues no duermes. Si hubiera sido tan sencillo no ocuparía un apartado por sí mismo.


Como he comentado en más de una ocasión, dormir me resultaba fácil. El primer mes apenás podía estar tres horas despierta. La culpa de esto la tuvo el exceso de medicación, de los opiáceos y relajantes musculares. Vivía en una nube, había dolor pero yo flotaba. Apenas recuerdo nada de ese primer mes, dormía.


Después comenzaron a reducirme la medicacion pero apareció la falta de concentración y de memoria. Como todo me salía mal o me era imposible realizar tareas sencillas, volví a la cama, seguía durmiendo.




Me detectan la depresión aguda, me retiran los relajantes y a mi botiquín se suman los antidepresivos. Dejé de dormir. No es que durmiera menos, que eso hubiera sido bastante fácil, es que apenas dormía dos horas al día. No sé si habéis padecido alguna vez de insomnio, para mí no era la primera vez, era algo bastante conocido para mi desde mi época de estudiante. Cada vez que tenía exámenes o problemas en clase aparecía, algo que, por supuesto, no ayudaba nada a mi rendimiento escolar. Ahora regresaba y, en esta ocasión, con mucha más fuerza.


Cuando no podía dormir me alteraba de tal modo que me provocaba hasta taquicardias. El dolor de estómago cada vez era mayor, por no hablar del mal genio que me gastaba. Me convertía en una persona insoportable y de lo más negativa. Era el “bajón” andante, poca gente se le ocurría preguntar qué tal estaba porque sabían que la respuesta no iba a ser para nada buena.


Pronto descubrí que era lo que me sucedía y, espero de corazón, que a nadie más le pase. Me dijeron que dejara los relajantes musculares y yo lo hice. Claro, el problema es que después de más de dos meses de relajantes musculares diarios no se debe dejar nunca de golpe. Yo no lo sabía, los médicos me dijeron que era mejor dejarlos y así lo hice. Cuando les conté lo que sucedía y cómo había dejado de golpe la medicación, la bronca fue monumental. Decían que era de “sentido común” dejar la medicación poco a poco, de manera gradual y no de golpe. Reitero que eso yo no lo sabía y que tampoco me informó nadie de cómo se debía hacer.

El dar por hecho que yo sabía cómo había que hacerlo casi me cuesta un gran disgusto. Por suerte, recurrí al médico y se pudo solucionar, aunque me tocó volver a tomar relajantes musculares. Que os sirva mi desliz de aviso y que no os pase como a mí, antes de dejar de tomar cualquier medicación preguntad a vuestro médico.

Wednesday, July 06, 2016

Los síntomas físicos

Aunque me he centrado en contaros los síntomas emocionales y mentales que he padecido durante estos últimos meses, no puedo olvidar el otro tipo de síntomas que padecí, los físicos.
Es posible que estos síntomas fueran los más evidentes pero, aunque también me preocupaban, eran un mal menor comparados con los otros.


Por desgracia, no eran sólo un par, sino un cúmulo de pequeñas cosas que juntas minan la moral de cualquiera. Lo primero que noté fue una ansiedad por el dulce, sólo quería comer chocolate, bollería…, lo comía a todas horas, me apetecía desde que me levantaba hasta que me acostaba, y no me levantaba a por más porque estaba muy bien durmiendo. La sorpresa me la llevé cuando después de un mes así, me subí a la báscula y, ¡sorpresa!, había perdido 10 kilos. ¿Cómo era posible perder tanto peso comiendo dulce y guardando reposo por mi lesión de espalda? Me preocupé y fui al médico, no pensé que podía ser depresión sino que, por la medicación, algo de mi organismo se había trastocado. Me hicieron analíticas y, sorprendentemente, fue la mejor analítica en años, hasta el colesterol me había bajado.


Luego fueron las manchas en la piel. Parecían unos pequeños moratones pero al darles el sol se convirtieron en quemaduras. Todas me salieron en el lado izquierdo, mano, brazos, cara… Probé todo tipo de cremas, pomadas… pero, nada, a día de hoy ahí siguen, no tan llamativas como lo fueron pero ahí están. La piel clamaba a gritos que algo iba mal. Y me di cuenta de que se me caía el pelo, mucho pelo. Me fijé y mi cabeza empezaba a clarear por algunas zonas. Aunque tengo el pelo fino tengo muchísima cantidad o, al menos, así era. Ahora era todavía más fino y no había tanta cantidad como solía, por no hablar de que las canas se multiplicaron.




También tuve una fase en la que la comida me daba asco, sobre todo, la carne. Era verla y sentía náuseas. Sólo me apetecía beber líquidos, principalmente agua, y que estuviera frío. Empezaron los mareos, normal si no comes bien. Me salieron llagas en la boca, herpes labiales y tenía muchos gases. Comenzó a dolerme el estómago, tenía ardor constantemente, las náuseas continuaban, orinaba cada vez más y el olor era desagradablemente fuerte. Y las manos seguían hinchándose por la mañana. Toda esta sintomatología fue aumentando, aparecieron los calambres, tanto en la espalda como en el estómago, y, cuando volví al médico, me esperaba otra sorpresa, tenía una úlcera estomacal.


Comencé el tratamiento para la úlcera y una dieta que me ayudara. Dieta que tuve que abandonar al poco tiempo porque en la siguiente analítica de sangre la tiroides salió un poco alta.


En cuanto a mi aspecto físico, además de que no me apetecía nada arreglarme, las ojeras y palidez de mi rostro proclamaban a los cuatro vientos que no estaba nada bien. Sin olvidar los sudores fríos que no podía evitar.


Todavía arrastro secuelas de esa etapa, las manchas siguen ahí, la medicación para el estómago, que era puntual para combatir la úlcera, se ha convertido en crónica, el cabello va algo mejor y, en cuanto al peso, por mucho que intento comer bien y hacer ejercicio (dentro de la limitación de mi lesión de espalda) sigue estancado desde hace dos meses. Perder los kilos que me sobran parece una misión imposible.


Y aquí lo dejo por hoy, espero no tener que aumentar esta lista de síntomas físicos y solucionar del todo los existentes. Por el momento, creo que voy por el buen camino y pronto os contaré cómo lo estoy consiguiendo.

Sunday, July 03, 2016

La falta de concentración

La falta de concentración fue, sin duda, uno de los síntomas que más me desmoronó. Siempre he sido una persona intelectualmente activa, me encanta leer, escribir, dibujar, ver películas, series, hacer manualidades, ganchillo, bordados, etc. Cuando tuve el accidente y me mandaron reposo y una baja de un mes (me pareció muchísimo tiempo y ya llevo casi ocho meses) pensé que la mejor forma de poder sobrellevarlo era manteniendo la mente activa. Al principio fue bien, me compré unos tres libros, empecé algún puzzle, retomé series que dejé de ver por falta de tiempo… pero, casi de repente, esas actividades que me resultaban tan naturales y me divertían, se convirtieron en un trabajo imposible. 

Comencé a darme cuenta con la lectura, de un día a otro había olvidado detalles y tenía que volver a releer lo del día anterior para saber por dónde iba el hilo de la narración. Ya no devoraba libros como antes, era como si me estancara en las mismas páginas. Me cansé de leer, no podía seguir ninguna historia, cada vez olvidaba más y me era imposible continuar. Así que volví a guardar los tres libros que me compré, sólo había leído la mitad de uno y a día de hoy tengo vagos recuerdos de la historia. Si no pasa nada, pronto retomaré el hábito de leer antes de acostarme, costumbre que me relaja y me ayuda a conciliar el sueño. 


Como decía, primero fueron los libros y después me pasó con las series. Ya que había abandonado la lectura me pareció que un hobbie fácil sería ver la televisión, algo que podía hacer perfectamente desde el sofá, manteniendo el reposo prescrito. Me resultó imposible seguir series que se emitían una vez por semana porque, al igual que los libros, necesitaba ponerme los capítulos anteriores para seguir con el argumento. Al principio no le dí mucha importancia porque entre el tramadol y el diazepan mis recuerdos estaban bastante borrosos. Comencé a preocuparme cuando empezó a sucederme con las series diarias, las de la sobremesa. Me era imposible seguir la historia, incluso cuando empecé a bajarme la dosis de medicación. Y lo mismo me pasaba con las películas, no prestaba atención a detalles y no me enteraba de la mitad. Dejé de ver la televisión. 

Entonces recurrí a algo que siempre me ha entretenido: los pasatiempos. Me compraron revistas con juegos de lógica, sopas de letras y, lo que más me gusta, sudokus. Cogí los sudokus con muchas ganas, parecía que todo iba más o menos bien, sobre todo con los fáciles hasta que me di cuenta de que repetía números, muchos números. Rellenaba casillas pero no correctamente y empecé a pensar que si metía la pata en algo tan sencillo como eso, qué más cosas diarias podría estar haciendo mal.

También lo intenté con el ganchillo, al principio era horrible, me equivocaba al contar los puntos y tenía que deshacer la labor. Pasaban las horas y los días y tenía el mismo trozo hecho, sin avanzar. Era desesperante. Dejé las manualidades de lado, tampoco podía con ellas. Así que, casi sin darme cuenta, había abandonado la lectura, la televisión y los pasatiempos ¿qué podía hacer? pues lo que me pareció más lógico, dormir. Al principio dormía por los efectos de la medicación, apenas podía estar despierta tres horas seguidas. Después, debido a mi incapacidad de concentrarme y a pesar de la reducción de la medicación, dormir era lo único que se me daba bien. Aún así tenía sueños muy raros y hubo momentos en que no sabía si lo que recordaba era real o un sueño, una completa locura.

La falta de concentración y de memoria me afectó también a las relaciones con las personas de mi alrededor, no podía seguir ninguna conversación y olvidaba todo lo que me contaban. Si me pedían algo tenían que recordármelo varias veces. Era un completo caos. 

Cuando por fin me detectaron la depresión aguda, empecé el tratamiento y acudí a la psicóloga este síntoma empezó a remitir. No fue rápido, ojalá lo hubiera sido, pero sí que pude volver a hacer ciertas cosas en poco tiempo. Retomé las manualidades, reconozco que de un modo compulsivo y mi cabeza volvió a “funcionar”. A día de hoy ya me veo capaz de hacer más trabajos que requieran un esfuerzo intelectual, de hecho, estoy escribiendo y, corregidme si me equivoco, creo que con bastante coherencia.

Thursday, June 30, 2016

Odio a la humanidad

Puede sonar un poco fuerte y es algo que no se cuenta porque si lo dices en voz alta la gente te mira mal (y con razón). Hablando el otro día con una amiga por teléfono sobre el blog me comentaba que se había sentido identificada y que una prima suya también estaba pasando por lo mismo. Y hablando sobre la depresión salió el tema, las tres odiábamos a la gente. No ahora, por supuesto, la odiábamos en esos momentos difíciles en los que no sabes que te pasa y pierdes totalmente el control.


  • Había ocasiones en que hubiera lanzado el móvil porque no soportaba que me llamaran o me escribieran - le confesaba.
  • Al menos tú no lo hiciste, yo lo lancé y tuve que comprarme uno nuevo - y empezamos a reír las dos, no era ningún chiste pero ahora visto con la distancia que ofrece el tiempo era divertido.


Y recordé ese odio, un odio que jamás había sentido antes y que no pensaba que fuera capaz de tener. Te puede caer mal alguien pero ¿odiarlo? ¿Y que alguien se convierta en “todo el mundo”? ¡Menuda locura!


Hasta la gente más cercana, a la que más quiero y adoro, incluso a ellos podía odiarlos, en momentos puntuales pero lo hacía. No soportaba que trataran de ayudarme haciéndome salir de casa (para que me diera el aire y me distrajera), que me llamaran para saber cómo estoy, que me visitaran, que me dieran consejos y remedios para algo que no entendían… De verdad, no lo soportaba. Y cuando me daba cuenta de mis sentimientos comencé a odiarme a mí misma por tenerlos. ¿Cómo podía haberme transformado en algo así? Creo que soy agradable, simpática y cariñosa (tal vez no con todo el mundo) y, de repente, tenías malas contestaciones y malas caras. ¿Quién era? Como ya dije en otro post, esa no era yo, no sabía quién era y, además, no me gustaba nada.



Pero el odio seguía creciendo, muchas veces asociado a esa culpabilidad de la que hablé en el post anterior. A la gente que más odiaba era a la que me hacía sentir insegura, la que me hacía sentir culpable, la que me hacía sentir diferente, y me volví desconfiada e, incluso, un poco paranoica. Empezó a no gustarme salir a la calle, ni para comprar comida, ni para ir al médico y, mucho menos para dar una vuelta o a tomar algo. No quería ver a nadie, si me decía un familiar que quería venir a verme me desmoronaba, me amargaba el día. Que luego venía, hablábamos y me lo podía pasar hasta bien, pero no era lo que me apetecía.

Supongo que quien lea esto y no lo haya vivido pensará que estoy como una cabra loca. Pero también supongo que habrá gente que haya pasado por algo parecido y me comprenda perfectamente. Y me pregunto: ¿por qué está tan mal visto que hable de este tema de forma natural? Y confieso que yo era de las que querían ayudar, intentaba animar, sacar a la gente, todas esas cosas que tanto odio ahora mismo. No es que ahora no lo vaya a volver a hacer, porque igual que confieso que lo odiaba sé que me ayudó mucho tener a tanta gente apoyándome. Y que si sigues la medicación y estás controlada , es una fase que se pasa, no es permanente. No puedo prometer que no me vuelva a ocurrir otra vez, simplemente, si vuelve a suceder, tranquilos, se supera, sólo necesito tiempo y comprensión. El mundo no se acaba si no cojo una llamada, contesto un whatsapp o no acudo a una cita. No debo sentirme culpable por ello. Y el odio se pasará y volveré a querer a todos como lo hacía antes, o puede que incluso más.

Tuesday, June 28, 2016

El gran aliado de la depresión: la culpabilidad

La culpabilidad, ese sentimiento desgarrador del que todavía no he conseguido desprenderme completamente. En mi caso ha sido la parte más difícil de afrontar de esta situación. Por suerte, he tenido ayuda psicológica que me ha hecho entender lo que me pasaba y me enseñó que había algo que debía tener claro: “Sufrir el accidente no fue culpa mía”. Puede parecer evidente y de sentido común pero, para mi, por alguna razón que todavía no he llegado a comprender, no era tan fácil.


El sentimiento de culpa no sólo se quedaba en el accidente, sino que esa culpa se extendía a : sentirme culpable por no poder trabajar, sentirme una inútil que no podía hacer nada por sí misma. Incluso sentirme culpable por sentir dolor sin tener nada roto ni desplazado, hasta el punto de llegar a desear haberme roto alguna vértebra que justificara ese dolor y que acabara por mitigar ese sentimiento de culpabilidad. ¿Increíble, verdad? Tampoco la Mutua ayudaba, todavía sigo sintiéndome como una delincuente ya que desde el primer mes me daban el alta sin importar que tuviera dolor (porque sólo era el golpe). Por ese sentimiento de culpa cogí el alta la primera vez y por ese motivo tuve una recaída que me hizo acabar en el hospital. Ese dolor que parecía no tener causa física (según la Mutua, claro) me hacía sentir que estuviera loca, que era todo causa de mi mente. Por supuesto, mi situación mental tampoco ayudaba a mi recuperación, que la retrasaba y la complicaba. Pero no soy tan buena actriz como para simular una tortícolis, una dorsalgia, un lumbago y una ciática (todo envuelto con un bonito lazo de depresión).




Con el tiempo y la terapia he aprendido cómo puedo luchar contra ese sentimiento, como cambiar las frases que me hacían daño como por ejemplo: “no puedo trabajar soy una inútil” a tengo tiempo para recuperarme y a mi regreso volveré renovada y seré más productiva.


También debo agradecer a mis jefes y compañeros de trabajo la paciencia que están teniendo y la comprensión. En cualquier otro trabajo me hubieran dado la patada pronto pero aquí me siento valorada y querida. ¿Por qué los de la Mutua no se creen que quiero curarme y volver a mi trabajo? ¿Creen que quiero vivir del cuento? ¿Creen que quiero perder un trabajo que me gusta y que está prácticamente al lado de casa? No tienen ni idea de lo mucho que me duele no estar en mi despacho, no ver a mis compañeros y dejar el trabajo pendiente.  


De todos modos, y a pesar del apoyo recibido, la culpa sigue flotando y acechando a mi alrededor. Sólo espero vencer esta batalla porque la culpa y la depresión son un círculo vicioso que se van retroalimentando. Sin culpabilidad es mucho más fácil salir de la depresión, por supuesto, hablo de mi situación personal y no quiero generalizar.


A todos los que sientan como yo os quiero decir:

  • La muerte de un ser querido NO es culpa tuya.
  • Sufrir una enfermedad grave NO es culpa tuya.
  • Atravesar una mala situación económica NO es culpa tuya.
  • Y, por último, y más importante,  te mereces ser FELIZ.

Sunday, June 26, 2016

Primera semana. Acostumbrándome a mi nueva situación

Qué razón tenía el médico en que los primeros días serían complicados, bueno, en realidad él dijo que podrían serlo, pero me siento menos rara si creo que esta situación es “normal”. Como ya os comenté me costó asimilar mi situación unas horas o puede que incluso un día, no lo recuerdo bien, tengo bastantes lagunas de esa primera semana. Finalmente, decidí que tenía dos opciones: o hundirme o salir de ésta. Por suerte elegí la segunda.
Como ya tenía claro qué es lo que quería decidí afrontarlo directamente como pude en ese momento. Lo primero, decírselo a mi padre, a mi hermana y a las amigas más cercanas. Hubo varias reacciones, primero, mi padre, él no lo entendía. Su hija, la que siempre le hacía reír, se encontraba llorando frente a él sin poder apenas hablar, contando que tenía depresión, algo que sólo tienen los débiles (pensaba él). No podía ser que su hija tuviera depresión por una caída cuando años anteriores había superado la muerte de su madre y de más seres queridos, llevando siempre la riendas de la situación. Intentó tranquilizarme como pudo, y el asombro y miedo de sus ojos me hizo llorar con más desesperanza, más por el miedo que por el asombro, nunca me había visto así. Mi hermana fue totalmente al contrario, le dio la risa, no porque no le importara lo que le estaba diciendo ni porque no estuviera preocupada. Estoy segura de que fue su forma de afrontar esta situación desconocida. También he de decir que cuando se lo decía pasaba del llanto a la risa en décimas de segundo, e incluso había momentos que hacía las dos cosas a la vez, así que no me extraña de que alucinara con la situación. Y mis amigas, mis chicas, les mandé un whatsapp de audio y en poco tiempo me contestaron todas (y cuando digo todas, son todas). Sus palabras de ánimo, su apoyo incondicional, su forma de decírmelo… en fin, que en la vida podré agradecerles y explicarles lo que significó ese momento para mí. Fue un empujón hacia delante cuando me caía de espaldas, me sacaron del hoyo o, al menos, me hicieron ver la luz desde la profundidad. Todos ellos, sin excepción, entendieran o no lo que me pasaba, estuvieron allí, ahora me tocaba a mi no defraudarles.
Comencé con el tratamiento y busqué ayuda psicológica que me hiciera más fácil pasar este trance nuevo para mi. Yo que creía que podría controlar mi mente y mis pensamientos y, sin embargo, parecía que mi cabeza la habitaba alguien que no conocía, no era yo. Es difícil de explicar, pero cuando tienes esa sensación, tu mundo y tus creencias se desmoronan. ¿Cómo es posible que algo tan mío como es mi cabeza tenga vida propia? ¿quién la controla? porque está claro que no soy yo.
El segundo día de medicación fue el peor de todos, llegó un momento en que pensé que me daría un ataque al corazón y ahí terminaría todo. Puedo parecer exagerada y seguro que lo era pero nunca y remarco NUNCA había tenido esas palpitaciones como si el corazón me fuera a salir del pecho, apretaba la mandíbula hasta el punto de contracturarla, mis pies no estaban quietos, me faltaba el aire, entré en pánico. Los ataques de tristeza que había tenido antes eran un chiste comparados con los que tenía en esos momentos, me dolía el estómago de tanto llorar, agotaba los paquetes de pañuelos en pocos minutos… ¿pero qué me pasaba? ¿necesitaba llamar a un médico?. Y entonces recordé las palabras del mío: “los primeros días pueden ser complicados, con picos de ansiedad…”, respiré hondo y me tranquilicé un poco. Y, por suerte, el día pasó y el siguiente fue un poco mejor.
El tercer día me levanté con las manos hinchadas, apenas podía mover los dedos, parecía que llevaba unos guantes y las sentía adormecidas. Por suerte, las taquicardias no aparecieron, sí que lo hicieron los llantos y los apretones de mandíbula pero parecía que todo iba mejor.
El cuarto día, las manos volvieron a estar hinchadas, pero tenían algo más de circulación. Ese día fue algo extraño, no sentí tristeza ni llantos, estaba eufórica. Como os lo cuento, no era felicidad normal, era al extremo. Sabía que tenía dolor (como todos los días) pero me daba igual, era capaz de cualquier cosa, era fuerte, era invencible. La frase que recuerdo decirle a unas amigas ese día fue: “Podría tener una pierna colgando y salir corriendo sin que me doliera”. Necesité mucho control sobre mi misma para poder calmarme, detenerme y darme cuenta que esa sensación no era real. Físicamente no estaba bien y cualquier exceso hubiera sido fatal.
El quinto y sexto día fueron mejor, o eso creo. La euforia aparecía de vez en cuando pero la mantenía a raya. No hubo crisis de nervios, ni llantos descontrolados ni ganas de comerme el mundo como si fuera superwoman.
Y, por fin, superé la primera semana de tratamiento. Lo había conseguido, la medicación funcionaba, ahora sólo quedaba aguantar otros seis meses más.
Nota: esta imagen es uno de los regalos sorpresas que me hizo una de mis amigas, no fue el único. 

Thursday, June 23, 2016

Cuando descubrí que tenía depresión

DÍA 1: EL DIAGNÓSTICO


Estaba convencida de que me diría que todo era culpa de la medicación. Que los opiáceos que me tomaba desde hacía dos meses habían provocado esos desórdenes. Lo que no me esperaba era ese diagnóstico.


Hacía ya unas semanas que tenía cambios de humor drásticos: lloraba sin consuelo o reía como si estuviera loca, tenía más mal genio y empezaba a odiar estar con gente, porque me parecían odiosos e insufribles. Y todos estos sentimientos los podía tener en pocas horas, como si fuera una bomba a punto de estallar. Y para colmo, el dolor. Ese dolor que me acompaña desde hace dos meses sin descanso. Desde que me levanto hasta que me acuesto sin darme ni una tregua.


Cuántas veces habré maldecido ese fatídico día en el que en pocos segundos cambió mi vida. No fue nada glamouroso ni excepcional, fue un simple resbalón que me hizo caer un buen tramo de escaleras. Cada escalón se clavó por mi espalda dejándome dolorida y amoratada. Por suerte, no me rompí nada, aunque eso lo hubiera hecho más fácil. Hubiera sido más fácil entender el dolor y el tiempo transcurrido si hay algo roto, pero ¿por qué me duele tanto si no hay nada? ¿cómo es posible que “nada” duela tanto y durante tanto tiempo?. Que tenga paciencia, que es el golpe. Ni siquiera ir al traumatólogo porque hay lista de espera de 6 meses (ya llevaría dos) y sólo tengo el hematoma del golpe.


Tampoco ayuda ser alérgica a antiinflamatorios y analgésicos. Parece que me gusta ponerlo difícil y sufrir. La opción que queda son los opiáceos, el tramadol y la morfina. Por suerte, el tramadol me va bien, con los relajantes musculares. La primera semana la pasé durmiendo (demasiada dosis), la siguiente fue mejor, después de la rebaja de dosis. Parecía que mejoraba, despacio pero mejoraba. Al mes todavía dolía pero el dolor era “tolerable” (esa palabra utilicé y al médico le dio la risa). Me dio el alta no muy convencido y volví al trabajo. Después del tercer día acabé en urgencias, gotero, más pastillas y más reposo. Al cuarto día no aguanté la jornada completa y volví al médico: baja por recaída (no literal, no me volví a caer por las escaleras como alguno pensó). Y otro mes más de baja, esta vez sin mejora evidente, cada semana a urgencias por una dorsalgia, un lumbago… y más pastillas, más pinchazos, más horas en la sala de espera de un hospital.




Para colmo, fiestas de navidad, ya de por sí no me gustan, cuando pierdes a un familiar querido se viven de otra manera. Tengo la esperanza de que cuando haya niños pequeños en la familia vuelva ese espíritu. Pero por ahora, lo único que me gusta de la navidad es que en la tele hacen muchas películas de dibujos animados.


Hoy 4 de enero, vuelvo al médico, como cada semana. Cuando me pregunta cómo llevo el dolor le contesto:
  • Igual, aunque al menos esta semana no me he quedado enganchada y no he tenido que ir a urgencias.
  • Bueno, es una mejoría, ¿no?
  • Puede ser, visto así. Lo único es que no sé si es por la medicación o por qué tengo cambios bruscos de humor, lloro sin motivo…
  • ¿Desde cuándo?
  • Un par de semanas, quizás tres.
  • ¿Y me lo dices ahora? ¿Por qué has tardado tanto?
  • No sé, pensaba que podría con ello. Que era como un síndrome premestrual. Tal vez las hormonas estaban alteradas. Tal vez se pasaría sólo, no lo sé.- y empiezo a llorar desconsoladamente y entre sollozos: -¿lo ve? ¿pues así todos los días? Luego se me pasa y me río - y  me entra la risa mezclada con el llanto.
  • Tranquila, puedes llorar aquí todo lo que quieras. ¿Y tienes mal genio?
  • ¿Mal genio? Lo que tengo es una mala hostia...Contesto mal, la gente me irrita, sólo veo incompetentes y cualquier cosa me saca de quicio.
  • Lo que tienes se llama depresión. Y parece un brote agudo. No te preocupes, te vas a curar. Vamos a seguir un tratamiento de mínimo 6 meses. Te vas a tomar una pastilla todos los días después del desayuno. Los primeros días pueden ser complicados ya que, a veces, hay picos de ansiedad hasta que el cuerpo se acostumbra. Puede parecer que no mejoras pero es normal. Si después de una semana no notas mejoría ajustaremos la dosis y el tratamiento. No te preocupes por nada, es normal, eres una mujer joven y activa que ha visto en poco tiempo como cambiaba su vida.

Puede que dijera algo más pero yo ya no lo escuché. En mi cabeza sólo resonaba una palabra: DEPRESIÓN. Así, en mayúsculas y en negrita. El resto del mundo desapareció, el dolor se mitigó durante unos segundos prestando sólo atención a esa palabra. Me gustaría decir que desde el principio fui valiente y encaré la situación. Pero la realidad es que me costó varias horas hacerme a la idea de mi nueva situación. Ahora ya lo considero lo que es: una enfermedad que me ha tocado y que con tratamiento y fuerza de voluntad superaré.