Thursday, July 28, 2016

Depresión y religión

Sé que esta entrada puede resultar polémica pero no es mi intención crear conflicto alguno. No pretendo ni imponer mi ideología a nadie ni mucho menos ofender a ningún creyente (sea de la religión que sea). Esta es mi opinión sincera sobre un tema que ya empieza a preocuparme y que podrá ser compartida, o no, con quien lo lea.

Ya comenté en una ocasión que no soporto los consejos que ofrecen personas que no han sufrido lo que es la depresión. Primero porque no lo entienden y segundo porque yo no se lo he pedido. Puedo pedir ayuda porque puedo necesitar un pequeño (o gran) empujón pero, si empiezas a decir que lo que me pasa son tonterías, que necesito salir más o que no sabes por qué estoy así si no me pasa nada, lo único que conseguirás es que te odie un poquito. No porque me caigas mal sino por ese extraño síntoma conocido como misantropía o, para quien no me entienda, el odio a la humanidad que experimentamos muchos en este estado.

Dicho esto, si no soporto que me den consejos que no he pedido, ¿por qué creéis que vais a convencerme para que abra mi corazón a Dios? Disculpadme los creyentes pero sé, por experiencia, que Dios no va a sanar mi depresión igual que sé que tampoco es la causa de ella. ¿Por qué iba a curarme a mí y no a los demás? ¿Por qué no curó a mi madre del cáncer cuando en su mesita estaba su imagen? Una mujer estupenda, decir que era buena persona es quedarse corto, que padeció durante doce años esta enfermedad y que acabó arrebatándomela cuando ella aún no había cumplido los 47. ¿Por qué no hizo que apareciera un corazón para David y se lo llevó cuando se encontraba en la flor de la vida? O mi primo con cuatro añitos que no sabía que era el odio ni la maldad. Sé que quien crea tendrá sus teorías sobre el tema, que si ahora son ángeles, que Dios se los llevó pronto para estar a su lado y bla,bla,bla...

No soporto, repito, que cuando peor te encuentras, cuando bajas un poco la guardia, te intenten implantar una ideología que dice que la medicación no hace nada, que lo que me pasa es porque aguardo pecados en mi interior y necesito liberar mi alma amando al Señor, es decir, alimentan la culpabilidad porque, claro, lo que me pasa es culpa mía. Y todo esto lo escribo porque me lo han dicho así. No dudo de que Dios sea amor y que para quien sea religioso le ayude ir a misa o hacer penitencia. En mi caso, lo tengo claro, no me considero  ninguna inculta ni hablo por hablar, he leído la Biblia (hice la catequesis), parte del Corán, los panfletos de los testigos de Jehová, ideología budista y muchas más. Lo bueno de que te guste leer es que puedes ver muchos puntos de vista y conocer muchas culturas e ideologías, esto se consigue también viajando. Y reconozco que todavía necesito conocer más y no la parte sesgada que te ofrece cada uno para convencerte de que "te conviertas en uno de ellos".




Por el momento, mi filosofía es clara: no hagas lo que no quieran que te hagan a ti, si quieres respeto empieza respetando, vive y deja vivir, sé feliz... Seguro que todo esto coincide con más de una religión pero no me importa, no quiero una etiqueta.

Que sirva este post no para criticar ninguna creencia, ni mucho menos es mi intención. Quiero que sirva para decirles a esas personas, a esas que se aprovechan de la debilidad humana, que conmigo no van a poder. Ya lo intentaron cuando todavía guardaba luto, ahora lo intentan con esto. Y a estas personas les quiero preguntar: ¿no os da vergüenza? ¿en vuestra religión os dan puntos por convertir a excépticos? Tal vez os dan puntos para ganar el cielo, sería algo que justificaría hacer cosas tan ruines.

Y vuelvo a pedir perdón a esas personas buenas, creyentes de las religiones que quieran, que no hacen mal a nadie. Esto va dedicado a los miserables que juegan con los sentimientos y la salud de los demás. A estos últimos me gustaría decirles que paren ya. No les deseo que pasen por una depresión porque sé que hablan desde la ignorancia. Si es verdad que han pasado por ello y la religión les ha ayudado, perfecto, podéis contarlo, pero no pidáis que nos unamos a vuestro movimiento como si de una secta se tratase. No pidáis que deje mi tratamiento o mi medicación ofreciéndome la "única y divina" solución. Dejadlo ya.

Saturday, July 09, 2016

Dormir o no dormir... esa es la cuestión

Dormir o no dormir se convirtió en todo un dilema. Puede parecer una decisión sencilla, si tienes sueño duermes y si no, pues no duermes. Si hubiera sido tan sencillo no ocuparía un apartado por sí mismo.


Como he comentado en más de una ocasión, dormir me resultaba fácil. El primer mes apenás podía estar tres horas despierta. La culpa de esto la tuvo el exceso de medicación, de los opiáceos y relajantes musculares. Vivía en una nube, había dolor pero yo flotaba. Apenas recuerdo nada de ese primer mes, dormía.


Después comenzaron a reducirme la medicacion pero apareció la falta de concentración y de memoria. Como todo me salía mal o me era imposible realizar tareas sencillas, volví a la cama, seguía durmiendo.




Me detectan la depresión aguda, me retiran los relajantes y a mi botiquín se suman los antidepresivos. Dejé de dormir. No es que durmiera menos, que eso hubiera sido bastante fácil, es que apenas dormía dos horas al día. No sé si habéis padecido alguna vez de insomnio, para mí no era la primera vez, era algo bastante conocido para mi desde mi época de estudiante. Cada vez que tenía exámenes o problemas en clase aparecía, algo que, por supuesto, no ayudaba nada a mi rendimiento escolar. Ahora regresaba y, en esta ocasión, con mucha más fuerza.


Cuando no podía dormir me alteraba de tal modo que me provocaba hasta taquicardias. El dolor de estómago cada vez era mayor, por no hablar del mal genio que me gastaba. Me convertía en una persona insoportable y de lo más negativa. Era el “bajón” andante, poca gente se le ocurría preguntar qué tal estaba porque sabían que la respuesta no iba a ser para nada buena.


Pronto descubrí que era lo que me sucedía y, espero de corazón, que a nadie más le pase. Me dijeron que dejara los relajantes musculares y yo lo hice. Claro, el problema es que después de más de dos meses de relajantes musculares diarios no se debe dejar nunca de golpe. Yo no lo sabía, los médicos me dijeron que era mejor dejarlos y así lo hice. Cuando les conté lo que sucedía y cómo había dejado de golpe la medicación, la bronca fue monumental. Decían que era de “sentido común” dejar la medicación poco a poco, de manera gradual y no de golpe. Reitero que eso yo no lo sabía y que tampoco me informó nadie de cómo se debía hacer.

El dar por hecho que yo sabía cómo había que hacerlo casi me cuesta un gran disgusto. Por suerte, recurrí al médico y se pudo solucionar, aunque me tocó volver a tomar relajantes musculares. Que os sirva mi desliz de aviso y que no os pase como a mí, antes de dejar de tomar cualquier medicación preguntad a vuestro médico.

Wednesday, July 06, 2016

Los síntomas físicos

Aunque me he centrado en contaros los síntomas emocionales y mentales que he padecido durante estos últimos meses, no puedo olvidar el otro tipo de síntomas que padecí, los físicos.
Es posible que estos síntomas fueran los más evidentes pero, aunque también me preocupaban, eran un mal menor comparados con los otros.


Por desgracia, no eran sólo un par, sino un cúmulo de pequeñas cosas que juntas minan la moral de cualquiera. Lo primero que noté fue una ansiedad por el dulce, sólo quería comer chocolate, bollería…, lo comía a todas horas, me apetecía desde que me levantaba hasta que me acostaba, y no me levantaba a por más porque estaba muy bien durmiendo. La sorpresa me la llevé cuando después de un mes así, me subí a la báscula y, ¡sorpresa!, había perdido 10 kilos. ¿Cómo era posible perder tanto peso comiendo dulce y guardando reposo por mi lesión de espalda? Me preocupé y fui al médico, no pensé que podía ser depresión sino que, por la medicación, algo de mi organismo se había trastocado. Me hicieron analíticas y, sorprendentemente, fue la mejor analítica en años, hasta el colesterol me había bajado.


Luego fueron las manchas en la piel. Parecían unos pequeños moratones pero al darles el sol se convirtieron en quemaduras. Todas me salieron en el lado izquierdo, mano, brazos, cara… Probé todo tipo de cremas, pomadas… pero, nada, a día de hoy ahí siguen, no tan llamativas como lo fueron pero ahí están. La piel clamaba a gritos que algo iba mal. Y me di cuenta de que se me caía el pelo, mucho pelo. Me fijé y mi cabeza empezaba a clarear por algunas zonas. Aunque tengo el pelo fino tengo muchísima cantidad o, al menos, así era. Ahora era todavía más fino y no había tanta cantidad como solía, por no hablar de que las canas se multiplicaron.




También tuve una fase en la que la comida me daba asco, sobre todo, la carne. Era verla y sentía náuseas. Sólo me apetecía beber líquidos, principalmente agua, y que estuviera frío. Empezaron los mareos, normal si no comes bien. Me salieron llagas en la boca, herpes labiales y tenía muchos gases. Comenzó a dolerme el estómago, tenía ardor constantemente, las náuseas continuaban, orinaba cada vez más y el olor era desagradablemente fuerte. Y las manos seguían hinchándose por la mañana. Toda esta sintomatología fue aumentando, aparecieron los calambres, tanto en la espalda como en el estómago, y, cuando volví al médico, me esperaba otra sorpresa, tenía una úlcera estomacal.


Comencé el tratamiento para la úlcera y una dieta que me ayudara. Dieta que tuve que abandonar al poco tiempo porque en la siguiente analítica de sangre la tiroides salió un poco alta.


En cuanto a mi aspecto físico, además de que no me apetecía nada arreglarme, las ojeras y palidez de mi rostro proclamaban a los cuatro vientos que no estaba nada bien. Sin olvidar los sudores fríos que no podía evitar.


Todavía arrastro secuelas de esa etapa, las manchas siguen ahí, la medicación para el estómago, que era puntual para combatir la úlcera, se ha convertido en crónica, el cabello va algo mejor y, en cuanto al peso, por mucho que intento comer bien y hacer ejercicio (dentro de la limitación de mi lesión de espalda) sigue estancado desde hace dos meses. Perder los kilos que me sobran parece una misión imposible.


Y aquí lo dejo por hoy, espero no tener que aumentar esta lista de síntomas físicos y solucionar del todo los existentes. Por el momento, creo que voy por el buen camino y pronto os contaré cómo lo estoy consiguiendo.

Sunday, July 03, 2016

La falta de concentración

La falta de concentración fue, sin duda, uno de los síntomas que más me desmoronó. Siempre he sido una persona intelectualmente activa, me encanta leer, escribir, dibujar, ver películas, series, hacer manualidades, ganchillo, bordados, etc. Cuando tuve el accidente y me mandaron reposo y una baja de un mes (me pareció muchísimo tiempo y ya llevo casi ocho meses) pensé que la mejor forma de poder sobrellevarlo era manteniendo la mente activa. Al principio fue bien, me compré unos tres libros, empecé algún puzzle, retomé series que dejé de ver por falta de tiempo… pero, casi de repente, esas actividades que me resultaban tan naturales y me divertían, se convirtieron en un trabajo imposible. 

Comencé a darme cuenta con la lectura, de un día a otro había olvidado detalles y tenía que volver a releer lo del día anterior para saber por dónde iba el hilo de la narración. Ya no devoraba libros como antes, era como si me estancara en las mismas páginas. Me cansé de leer, no podía seguir ninguna historia, cada vez olvidaba más y me era imposible continuar. Así que volví a guardar los tres libros que me compré, sólo había leído la mitad de uno y a día de hoy tengo vagos recuerdos de la historia. Si no pasa nada, pronto retomaré el hábito de leer antes de acostarme, costumbre que me relaja y me ayuda a conciliar el sueño. 


Como decía, primero fueron los libros y después me pasó con las series. Ya que había abandonado la lectura me pareció que un hobbie fácil sería ver la televisión, algo que podía hacer perfectamente desde el sofá, manteniendo el reposo prescrito. Me resultó imposible seguir series que se emitían una vez por semana porque, al igual que los libros, necesitaba ponerme los capítulos anteriores para seguir con el argumento. Al principio no le dí mucha importancia porque entre el tramadol y el diazepan mis recuerdos estaban bastante borrosos. Comencé a preocuparme cuando empezó a sucederme con las series diarias, las de la sobremesa. Me era imposible seguir la historia, incluso cuando empecé a bajarme la dosis de medicación. Y lo mismo me pasaba con las películas, no prestaba atención a detalles y no me enteraba de la mitad. Dejé de ver la televisión. 

Entonces recurrí a algo que siempre me ha entretenido: los pasatiempos. Me compraron revistas con juegos de lógica, sopas de letras y, lo que más me gusta, sudokus. Cogí los sudokus con muchas ganas, parecía que todo iba más o menos bien, sobre todo con los fáciles hasta que me di cuenta de que repetía números, muchos números. Rellenaba casillas pero no correctamente y empecé a pensar que si metía la pata en algo tan sencillo como eso, qué más cosas diarias podría estar haciendo mal.

También lo intenté con el ganchillo, al principio era horrible, me equivocaba al contar los puntos y tenía que deshacer la labor. Pasaban las horas y los días y tenía el mismo trozo hecho, sin avanzar. Era desesperante. Dejé las manualidades de lado, tampoco podía con ellas. Así que, casi sin darme cuenta, había abandonado la lectura, la televisión y los pasatiempos ¿qué podía hacer? pues lo que me pareció más lógico, dormir. Al principio dormía por los efectos de la medicación, apenas podía estar despierta tres horas seguidas. Después, debido a mi incapacidad de concentrarme y a pesar de la reducción de la medicación, dormir era lo único que se me daba bien. Aún así tenía sueños muy raros y hubo momentos en que no sabía si lo que recordaba era real o un sueño, una completa locura.

La falta de concentración y de memoria me afectó también a las relaciones con las personas de mi alrededor, no podía seguir ninguna conversación y olvidaba todo lo que me contaban. Si me pedían algo tenían que recordármelo varias veces. Era un completo caos. 

Cuando por fin me detectaron la depresión aguda, empecé el tratamiento y acudí a la psicóloga este síntoma empezó a remitir. No fue rápido, ojalá lo hubiera sido, pero sí que pude volver a hacer ciertas cosas en poco tiempo. Retomé las manualidades, reconozco que de un modo compulsivo y mi cabeza volvió a “funcionar”. A día de hoy ya me veo capaz de hacer más trabajos que requieran un esfuerzo intelectual, de hecho, estoy escribiendo y, corregidme si me equivoco, creo que con bastante coherencia.